Raimon Panikkar

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El diálogo indispensable
Paz entre las religiones

 

 

Este breve texto, publicado en italiano en el 2001 es un verdadero y personal manifiesto que sintetiza de modo ejemplar el pensamiento del autor sobre el tema del encuentro y el dialogo entre las religiones: un tema central en la vida y en la obra de Panikkar, que representa en un cierto sentido el trasfondo de todo su trabajo espiritual y cultural. La brevedad del texto, lejos de representar una síntesis reductora, es más bien el signo del esfuerzo de ir a lo esencial, de podar lo superfluo para dejar en evidencia lo necesario: podríamos definirlo como “lo indispensable del encuentro indispensable”. Es, por tanto, un texto denso, para leer y estudiar lentamente, recogiendo las implicaciones amplias y ramificadas.
En este caso, el índice, en vez de dar cuenta como de costumbre de la secuencia de los argumentos tratados, sirve de guía en el recorrido a través de los “nueve hilos (sutra) trenzados en una única guirnalda, que debe considerarse como un todo” que es el cuerpo completo del libro. En la introducción, el autor declara la necesidad intrínseca del diálogo en la experiencia religiosa en cuanto “el hombre es homo religiosus, dado que el género humano siempre se ha planteado preguntas definitivas. Estas preguntas dan lugar a la más profunda comunicación entre las personas y son fruto de una llamada que las precede”. Siguiendo el índice recorremos en síntesis todo el sentido que traza el texto.

El encuentro de las religiones es:
1. Una necesidad vital. Esto es particularmente y dramáticamente verdad hoy, cuando el mundo debe afrontar problemas a un tiempo globales y locales con una visión panorámica que tenga en cuenta la reciprocidad de las diferencias. Al nivel personal porque el hombre no es una mónada aislada; a nivel de las tradiciones religiosas porque ninguna tradición se basta por si sola; a nivel histórico porque es necesario un diálogo con la tierra (ecosofía), un diálogo global que es una novedad histórica.
2. Abierto: Nadie está excluido a priori, partiendo de la constatación de que las religiones no tienen el monopolio de la religión; nada es descartado por principio en cuanto que ni siquiera la religión misma puede darse por descontada. Está constitutivamente abierto en cuanto fruto de la experiencia de nuestra contingencia.
3. El diálogo es interior, proviene de una fuente que no está solo en la estimulación que recibimos de los otros: comienza con una pregunta interior (el autor cita entre otros el dicho agustiniano “me he convertido en cuestión para mi mismo”) y toca la parte más recóndita del corazón de los dialogantes mientras tiene lugar en el corazón de la realidad.
4. Es lingüístico, en cuanto vehiculado por el logos. La palabra no lo dice todo, pero indica también lo no dicho. Pero el logos del diálogo no es dialéctico sino “duálogo” porque se va haciendo entre dos, escuchando al otro en su lengua: es, por tanto, bilingüe.
5. El diálogo es político, en el sentido de que no es una cuestión privada sino que sucede en y por la polis. Sus presupuestos y sus efectos son políticos, es una praxis grávida di teoría que engendra nuevas teorías: no se puede discutir de paz ignorando la paz social y civil, porque la paz no es solo una cuestión interior: el diálogo tiene necesariamente un contenido político.
6. No obstante, aunque vehiculado por el logos, el diálogo es mítico, si va más allá del logos, para llegar al mythos de los dialogantes: pasa por el logos y deja espacio al mitos (debo dejar que el otro me conozca en lo que para mí es esencial) y participa en los respectivos “pisteumata” porque procura que florezca la fe recírpoca. No está garantizado el éxito, pero el intento es ya en si mismo diálogo.
7. Más que interreligioso el diálogo es religioso: en efecto, la fuente ultima del dialogo es la propia inadecuación, no las propias certezas ideológicas y dogmáticas, y por esto mismo contribuye a la purificación de las religiones. No es un corolario de una vida religiosa, sino un acto religioso del que no es posible prescindir.
8. El dialogo es integral, ya porque compromete la totalidad y no una parte de la persona, ya porque tiene una naturaleza litúrgica, esto es un acto sagrado colectivo y desarrolla un papel cósmico.
9. El encuentro de las religiones no se agota en el tiempo, es permanente: el diálogo es un fin en si, por lo que no tiene como finalidad la propia conclusión, es un proceso continuo. Este proceso no es dialéctico sino trinitario, en el sentido de que está compuesto de dos dialogantes y du un “tercer” común denominador que pone en comunicación a los dos, y que está en el mismo diálogo. Es constitutivamente imperfecto precisamente por su naturaleza: es completo en si porque no es un medio para cualquier otra cosa, sino una continua novedad.

traducción del italiano

«Ecrire, pour moi, est autant vie intellectuelle
qu’expérience spirituelle…
cela me permet d’approfondir le mystère de la réalité.»